Lo sabemos, todos lo sabemos, pero la dinámica conformista ha venido para quedarse entre los sectores que de una u otra manera rodean la vida de un Galgo.
Mientras la élite del galgo o mejor llamados “federados” se dan golpes de pecho jurando y perjurando las maravillosas atenciones que les dispensan a sus perros, llama la atención como se conforman declarando sin el más mínimo rubor, que existe un submundo entre los galgueros de los que no pueden responsabilizarse, y añaden que a ellos también les perjudica y mucho, esa situación.
Mientras existen algunos veterinarios que “a veces” no dan de alta en los registros oficiales los datos del titular de los microchips que acaban de implantar a uno o varios galgos (normalmente son rehalas) de manera que posteriormente se hace imposible dar con quien lo ha abandonado o maltratado, ellos se conforman diciendo que son errores puntuales, y que igualmente no son responsables de lo que el propietario del perro haga después con él.
Mientras nuestra arcaica legislación permita la cría indiscriminada y sin ningún control, tal como existen en una gran mayoría de países que son ahora mismo receptores de nuestros excedentes, los criadores estarán más que conformes con las sustanciosas ganancias en las ventas de lo que crían sin control y venden sin control al primero que les pone dinero en mano.
Y mientras no tengamos unos gobernantes conscientes de la terrible lacra de abandono y maltrato animal que asola éste país, una inmensa mayoría de animales que están destinados a trabajar en las campañas cinegéticas y a ser desechados de cualquier manera una vez finalizadas las mismas, las protectoras, servicios públicos de recogida de animales, fuerzas de orden público, etc. Nos tendremos que conformar con rescatar lo que seguramente es un ínfimo porcentaje de todos los animales que de una u otra manera mueren anualmente.
Pero por desgracia para esos Galgos que corren para salvar la vida, no tenemos muchas esperanzas a corto plazo porque, quienes tendrían que legislar para evitar su sufrimiento no solo no son capaces de ver la gravedad del problema, sino que aún más triste y desolador es que no tienen el valor para hacerlo, asentados en un conformismo de satisfechos y de sumisos, que no quieren poner en peligro su status quo.
M. Nieves Orellana de Molina